No es solo una parte de mi historia, es un grito desde lo más profundo de mí ser, una vida marcada por muchas ausencias, relaciones rotas, malas situaciones y una búsqueda desesperada de sentido a muchas cosas en mi vida. Habla de caer al abismo, enfrentarte a tus sombras y renacer con la arquitectura, el baile y cualquier cosa a mano que ayude a superarse, transitando el autoconocimiento como pilar.
No es un cuento perfecto ni una guía de superación, es un espejo en el que quizás te reconozcas, una invitación a abrazar tus sombras y atreverte a arrojar luz sobre tu propia vida.
Es un libro corto, pero aquí no hay paja ni relleno, es como un buen café fuerte y directo, con el suficiente impacto para despertarte. aplico el principio de “less is more, de Mies Van der Rohe, un extraordinario arquitecto que aplica el minimalismo entre otros”, porque a veces, lo que realmente importa se dice en pocas palabras.
Prepárate para un viaje condensado, pero profundo, donde cada página cuenta algo.
Lo que podéis encontrar en el libro, aquí lo adelanto:
Capítulo 1: El Legado de la Ausencia
Nací como muchos en una familia donde el éxito no estaba definido por el cariño, sino por los logros tangibles. Mi padre, un hombre exitoso en el mundo de los negocios, era una figura lejana, siempre envuelto en sus proyectos, sin tiempo para nada que no fuera el trabajo. A pesar de tener una familia, su presencia era casi un lujo y cuando estaba en casa, su mirada no alcanzaba a ver más allá de los números o los papeles.
A esa edad, aprendí a comprender el silencio como un acto de cariño, como si todo lo que necesitaba para sentirme amado era el respaldo de la estabilidad financiera que él ofrecía, aunque eso viniera a costa de su ausencia emocional. Cada cumpleaños, cada Navidad, me encontraba con un regalos caros y juguetes de toda clase, pero siempre me sentía como un mueble más en la vida de mi padre, no un ser humano con emociones o necesidades.
Era curioso cómo, en la ausencia de afecto, uno aprende a adaptarse, a pedir menos y esperar más. ¿Qué más podía hacer si las palabras no llegaban? La vida familiar se resumía en miradas vacías, en los gritos de mi madre que, como un eco lejano, pedía más de lo que él no estaba dispuesto a dar.
Mi madre, por otro lado, era un misterio. A pesar de que vivíamos en la misma casa, se mantenía distante emocionalmente. Su amor, que rara vez mostró al menos como yo lo pude sentir, siempre estuvo envuelto en una capa de inseguridad y soledad que me resultaba difícil de comprender. Pasaba mucho tiempo con su propio mundo, lidiando con sus propios demonios, sumida en una eterna búsqueda de independencia que nunca lograba encontrar.
Recuerdo mucha soledad y bastante silencio en casa, las horas que pasaban sin una palabra de aliento, una actitud constante de no querer ser vulnerable. Todo aquello me moldeó de maneras que no comprendí hasta mucho después. Mi madre se volvió una figura que temía el cariño, y yo, un niño que no sabía cómo pedírselo. Aquella distancia dejó una marca, una herida profunda, que me acompañó mientras crecía hasta hoy día. Como si, de alguna manera, aprender a no esperar nada, me protegiera de la decepción.
El concepto de amor se fue distorsionando con el tiempo. No era un abrazo, ni una conversación profunda, ni una mirada cómplice. Era una transferencia de expectativas, de silencios, de roles que cumplían funciones, pero que no llenaban las vacías emociones que uno necesita para entender lo que es ser amado…
El libro lejos de ser perfecto, me sirvió para trabajar la imperfección entre otras cosas. Aquí os dejo el enlace y un adelanto
Capítulo 7: La Rueda de la Insatisfacción
El tiempo pasó, pero el ciclo seguía sin cambiar. A pesar de que, en muchos aspectos, me encontraba mejor que antes, aún no lograba superar la ansiedad que se apoderaba de mí cada vez que pensaba en mi vida y mis relaciones. La relación con Luz, aunque intensa y llena de momentos de alegría, pasión desenfrenada, estaba lejos de ser lo que había imaginado por mi falta de vivencias y experiencias de vida previas. En lugar de encontrarme a mí mismo, sentía que me estaba perdiendo más. Las expectativas, tanto de ella como las que yo mismo había creado, se hicieron insostenibles. La rueda de la insatisfacción seguía girando, atrapándome en un bucle de ansiedad y dudas.
Un día más desperté con la sensación de que todo lo que había logrado hasta ese momento no era suficiente. El miedo al fracaso seguía ahí, constante. Mi vida profesional estaba marcada por la incertidumbre que no sabía enfrentar. Aunque tenía un título de máster y grado en arquitectura y una gran variedad de habilidades, no lograba conectar con lo que realmente quería hacer. La idea de tener mi propia empresa, de ser independiente, parecía más una utopía que una meta alcanzable. Me sentía atrapado, viviendo en una especie de perpetua insatisfacción. Por más que trabajaba, por más que me esforzaba, nunca parecía ser suficiente.
Luz, en muchos sentidos, me ofreció lo que había estado buscando afecto, compañía, un sentido de pertenencia. Pero incluso con ella, las cosas seguían sin encajar. Había días en los que me sentía atrapado por sus demandas, por la constante necesidad de mantener la relación en marcha. Y mientras tanto, yo me estaba olvidando de mí mismo, de mis propios sueños y deseos. Mi vida profesional seguía siendo un campo de obstáculos, como si estuviera dando pasos hacia adelante solo para retroceder dos. Cada vez que conseguía algo bueno, como una clase o un proyecto pequeño, me sentía incapaz de disfrutarlo completamente. Mi mente estaba ocupada en otras cosas, en los miedos de que todo lo que había logrado se desmoronara.
Lo peor era la sensación de que, a pesar de todo, no había manera de salir de esa rueda. Mi vida era un constante buscar, luchar y nunca llegar a alcanzar una verdadera satisfacción. Mis pensamientos se volvían más oscuros, mis emociones más intensas y la relación con Luz, que debería haber sido una fuente de apoyo, se transformaba en un campo minado de inseguridades y expectativas no cumplidas. En lugar de nutrirnos mutuamente, estábamos atrapados en una lucha silenciosa, donde ambos sentíamos que nunca éramos lo suficientemente buenos.
El estrés de la relación se trasladaba a todos los aspectos de mi vida. Cada conversación se volvía una batalla por ver quién tenía la razón y ver en que se equivocaba el otro. Yo me veía a mí mismo sacrificando mis deseos en post de sus expectativas y ella que daba y sentía que no recibía nada a cambio o lo que hacía no era válido. Aunque había momentos de alegría y amor genuino, esos momentos se veían opacados por las tensiones subyacentes. La sensación de estar perdiendo mi autonomía, de no poder ser yo mismo, seguía siendo dominante. Los sueños de independencia, de crear algo propio, se desvanecían aún más, y me encontraba preguntándome si alguna vez podría escapar de ese ciclo.
Mi vida fuera de la relación, fuera del trabajo y de las expectativas ajenas, seguía siendo un terreno de incertidumbre. No tenía amigos cercanos, ni conexiones genuinas. A pesar de haber viajado, de haber vivido en distintos lugares, me sentía como si todo lo que había construido fuera frágil. La sensación de insuficiencia seguía persiguiéndome, tanto en lo profesional como en lo personal. Y, aunque veía destellos de oportunidades, no lograba conectarme con ellas, como si algo invisible me mantuviera atrapado, frenándome de dar el siguiente paso…
«EL VIAJE DE LO PROFUNDO»
A veces siento que estoy en un tren, uno que tomé hace ya tiempo, sin saber exactamente a dónde me lleva, En tantas ocasiones he dudado si este es mi camino si debería bajar y regresar o simplemente seguir adelante, Los recuerdos, las personas que dejamos atrás… ¿volveremos a encontrarlas o serán solo ecos en la distancia? Como un metro que te lleva más allá de tu parada, hacia destinos desconocidos, algunos llenos de maravillas por descubrir y otros que quizás preferirías no haber pisado jamás, Sin embargo, en cada parada hay algo valioso que ver, algo que escuchar, sentir un abrazo, un beso, una lección.
En ciertos momentos me veo al mando dirigiendo con firmeza el timón de mi vida, con un rumbo claro y una sonrisa cálida y serena que llena mi alma, Pero, inevitablemente, llegan tempestades que me revuelven, que me pierden, y me obligan a retomar el rumbo una vez más, Así sigo, una y otra vez, confiando en que cada paso me acerca más a aquello que busco, incluso cuando ni yo mismo sé exactamente qué es.
Otras veces me siento como un caminante anónimo entre otros tantos, un observador silencioso que descubre en cada paso la conexión que compartimos todos en esta playa inmensa que es la vida, Algunos se aventuran a mojarse los pies en el borde del agua, pocos se atreven a adentrarse en las profundidades, En ese misterio insondable están los secretos que pocos ven, los encuentros que transforman, Ahí, en lo profundo, se revela el potencial, la verdad que no se encuentra en lo superficial.
Lo que se ha ido, si debe volver, lo hará, La vida tiene su propio compás, orquestando cada aparición en el momento exacto, Lo perdido regresa solo si está destinado a hacerlo, y lo nuevo siempre llega a tiempo para guiarnos al siguiente paso, Así es como avanzamos, cómo sigo avanzando, con la certeza de que lo que ha de ser, será.
No sé qué me empuja, pero siento que todo tiene un propósito, incluso cuando la claridad se me escapa, Hay algo más grande que todos nosotros, algo que guía cada paso, que entrelaza las sombras con la luz, Aprendo a sentir, a vivir sin buscar excusas ni condiciones, dejando que la emoción fluya, sin someterme a lo que esperan de mí, Lo que pienso de mí mismo pesa más que lo que los demás puedan opinar.
Soy intenso, lo que vivo me atraviesa por completo, Amo incomodar con mi pasión a quienes prefieren la tibieza, En lo superficial no hay nada real, porque el auténtico valor se encuentra en las profundidades, No mendigo, no me conformo, Sé quién soy y cuánto valgo, y no me rebajo, La vida es demasiado corta para desperdiciarla siendo mediocre.
No importa si algo dura eternamente, importa que sea real, que te transforme, que deje una marca en tu viaje, Porque al final, lo único que realmente queda es lo que has tocado con tu verdad, lo que has dejado como legado en este mundo efímero pero lleno de posibilidades.
Todo lo que das regresa.
HASTA PRONTO.