Durante mucho tiempo, mi vida estuvo marcada por objetivos. El negocio, el baile, las relaciones… Siempre hubo algo que perseguir, algo que demostrar, algo que construir. Pero en algún punto, sin aviso ni dramatismo, algo cambió. Dejé de sentir la necesidad de justificarme. Dejé de buscar.
Lo que quiero ahora es simple, tomar una furgo y perderme por desiertos interminables, por playas donde el mar se funde con el cielo, por caminos que no llevan a ningún lado conocido. No se trata de escapar ni de alcanzar algo. Es todo lo contrario, se trata de estar. De moverme sin prisa, sin planes, sin la presión de que un viaje tenga que “significar” algo.
Conducir así, sin un destino prefijado, es un acto de libertad pura. Es sentir el viento caliente del desierto en la piel, el olor a sal en la carretera junto al mar, el silencio de un amanecer sin testigos. Es dejar que el mundo me sorprenda en lugar de querer dominarlo.
Todavía no lo he hecho, pero lo deseo. Imagino girar la llave, escuchar el motor encenderse y saber que el próximo paisaje será un misterio. Y en ese misterio, en ese fluir sin expectativas, está todo lo que necesito.
Pienso en las noches en la furgo, aparcado en algún rincón del mundo donde el cielo sea tan amplio que las estrellas parezcan más cercanas. En el sonido del mar golpeando suavemente la orilla mientras duermo, en el aroma de la brisa nocturna filtrándose por las ventanas. No se trata solo de viajar, sino de experimentar la vida de otra manera, con menos ruido y más autenticidad. En cada ruta, en cada parada improvisada, en cada conversación con un desconocido, hay un pedazo de la vida que nunca podría planear.
Siempre nos enseñan a tener un propósito claro, una meta fija. Pero ¿y si la meta fuera simplemente estar? No esperando, no avanzando, sino simplemente permitiendo que la vida fluya a su ritmo. No quiero hacer este viaje para contar una historia épica ni para demostrar nada a nadie. Lo quiero porque algo dentro de mí me dice que ahí, en el camino sin destino, encontraré la versión más auténtica de mí mismo.
Y si hay algo que he aprendido a lo largo de los años con mi negocio es que la verdadera conexión surge cuando me dejo llevar. Al igual que mi deseo de conducir sin rumbo fijo, quiero que mi trabajo fluya de la misma manera. Me gustaría que mis clientes me llamaran a los lugares donde verdaderamente conectan conmigo, sin planes ni imposiciones. Ir donde me necesiten, donde mi presencia y lo que ofrezco se encuentren con las personas que resonan con lo que soy. No tengo que estar en un lugar predeterminado ni seguir un horario rígido. Mi trabajo como arquitecto puede ser tan libre como mi vida, tanto como ese viaje que imagino hacer en la furgo.
Mis proyectos no son solo planos en papel, son una colaboración auténtica con cada cliente. Mi trabajo es ayudar a materializar sus sueños, pero también quiero ser parte de su aventura. Viajar a esos lugares, escuchar sus ideas, conectar con ellos en su espacio, en su realidad. Y mientras ayudo a construir sus proyectos, yo también construyo el mío: una vida más plena, más libre, más conectada con lo que realmente importa.
Aunque la carretera será mi compañera más fiel, también sé que hay un refugio al que siempre podré regresar. Un espacio que, aunque no sea mi única base, será el lugar al que volver cuando lo necesite. Allí, mi negocio encontrará su centro, el punto de anclaje donde retomar el rumbo, compartir ideas y seguir creando. Granada será mi hogar, el refugio desde el cual seguir explorando el mundo y donde siempre podré estar si hace falta.
Tendré esta furgo y comenzare el viaje sin siquiera despedirme de mi antigua vida. Tal vez pase un tiempo más, hasta que un día, sin darme cuenta, ya esté en la carretera. No sé cuándo sucederá, pero sé que sucederá. Y cuando lo haga, no buscaré nada en especial. Solo conduciré y dejaré que el mundo me muestre lo que tenga para ofrecerme.
Tal vez no sea un gran plan de vida, seguramente algo temporal. Tal vez no sea un objetivo ambicioso, pero para ello ya tengo otros proyectos. Es real y autentico, me hace sentir libre. Es lo que quiero. Y con eso basta.